Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

6/21/2006

De los celos y otras vanidades. Los consejos de Papá Hemingway


Yo comencé muy despacio y pude con el señor Turguéniev. Después hice un esfuerzo y pude con el señor De Maupassant. He empatado dos veces con el señor Stendhal, y creo que salí un poco mejor parado que él la segunda vez. Pero nadie conseguirá ponerme en el ring con el señor Tolstói, a no ser que me vuelva loco o que mejore mucho.
(...) Quizás esto anime a los escritores jóvenes, de este modo no tendrán que pedir consejo a sus psicoanalistas. Un psicoanalista me escribió una vez preguntándome qué había aprendido yo de los psicoanalistas, y le contesté que muy poco pero que esperaba que ellos, por el contrario, hubiesen aprendido todo lo que les hubiese sido posible comprender de las obras que he publicado. Nunca verás derrochar puñetazos a un boxeador que sabe devolver golpes. Nunca te enfrentes a un buen golpeador sin estar seguro de que eres mejor que él. Arrincona al contrincante y aguanta todo lo que te eche de manera que controles el interior del ring. Esquiva los golpes laterales. Para los ganchos. Y responde a los golpes con todo lo que lleves dentro. Son los consejos de Papá Hemingway, con todo lo que me ha enseñado la vida.
(...) Los que no saben que el trabajo es el amor más fiel y verdadero, lo sienten como una rivalidad, y siempre se sienten celosos y buscan pelea. Yo, por mi parte, adoro mi trabajo más de lo que he adorado a ninguna mujer o a ninguna otra cosa.


Citado por Lilian Ross
Retrato de Hemingway
Muchnick Editores 2001

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”