Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

6/11/2006

Autovía b89, salida098, cerca de Moriana


Nadieeeeeeeeee... el eco arrastra el estribillo por la nave industrial disfrazada de cabaña en un abrevadero de la autovía. La camarera, una veinteañera bajita de raza negra, empuja sin fuerzas el mango del filtro hasta ajustarlo a la cafetera. El cartelito que luce en la solapa advierte que se llama Olga. Algunos clientes consultan el reloj con desgana, hace tiempo que llegaron tarde. Otros, absortos en la nada, siguen con la vista la espiral que bosteza la cuchara dentro de la taza. Nadieeeeeeee, pregona la voz ronca en la radio. Un individuo se despega de la barra, da un corto paseo por la sala, anvanza, para, retrocede, despide una mezcla bien visible de gases producida por la combustión de una sustancia, generalmente compuesta de carbono que arrastra partículas en suspensión. El incensario resguardado en la sucia camiseta de tirantes detiene su ir y venir ante unos expositores. Cuatro dedos borran el nombre de Ken Follet de la cubierta, las fascinantes razones de la contratapa. La camarera apila vasos sobre el fregadero. Nadieeeeee, arenga la laringe metálica desde la falsa madera de asbesto. Los feligreses acatan con resignación el presagio. El barquillero de la música adquiere la prisa de una ruleta. Olga levanta la cabeza sin cerrar el grifo. Con sigilo, el brasero ha cruzado la venta, se planta frente a la caja registradora. “Dame un disco de aquellos y cobra”, ordena a la mujer. Emprende el retorno a la nave sin apartar los ojos de las diez líneas escritas en el reverso del cedé. Antes de que relinche y serpentee por la calzada, la bestia lanzará su grito de guerra. Opá, yo viazé un corrá pa eshá conejas y conejillos. Aquí, Radio Buenos Días Efeme. Amanece, cielos despejados. Alégrense, nos aguarda un día cargado de emociones, la vida es bella.


Valdeado el río, cruzado el paso, el hombre se encuentra de pronto frente a la ciudad de Moriana, con sus puertas de alabastro transparentes a la luz del sol...
Las ciudades y los ojos.5
Italo Calvino

1 comentario:

Juan Jacinto Muñoz Rengel dijo...

¡Hola Miguel, felicidades por tu blog! Tiene música. Creo que has acertado dándole a tus textos esa arquitectura sugerente y bien trabada. Ya hay muchos blogs de lectura práctica y prosaica en la red; el tuyo se diferenciará por ser el momento poético del día.
Y ni que decir tiene que me encanta el enfoque borgesiano de tu perfil, que deja intuir sólo uno de los prismas de tu rostro.
¿Qué haces allá por Moriana? Ten cuidado con la masificación.

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”