Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

1/21/2008

Suena una música...

Quédate con algo de mi, aunque solo sea u color o un olor, aunque solo sea eso. Me quedaré con algo de tí, aunque solo sea tu nombre, tu mundo, aunque solo sea eso. ¿Qué quedará de ti? ¿Qué quedará de mi? Cuando vayas por el mundo, mi nombre ¿qué te dirá? Si de ti, ni de mí, ni de tu mundo, ni de mi nombre, nada, nada quedará.

Marina Rossell
Queda't de mi alguna cosa

1/10/2008

Modestia aparte

Pregunta. ¿Qué esconde el priorato de Kingsbridge para atrapar a millones de lectores?
Respuesta. Una historia, una trama bien desarrollada y un argumento que hace que a la gente le interese. (...)
P. ¿Qué es un best seller?
R. Un libro capaz, por arte de magia, de ilusionar a quien lo lee. Ése es mi objetivo. Tengo claro que mi éxito está en atrapar al lector con la magia de la escritura.
P. ¿Le preocupa pasar a la historia como autor de un género tan denostado?
R. En absoluto. Para entonces estaré muerto. Lo único que me importa es que lo que escribo se lea ahora y que la gente disfrute.
P. Ha tardado 18 años en completar el libro. ¿Temió el fracaso?
R. Tras el éxito de Los pilares..., afirmé que no habría segunda parte porque me sentía incapaz de crear algo tan bueno. Además, estaba convencido de que era poco sabio, en ese momento, tratar de explotar el fenómeno. Pero ya han pasado unos años...



KEN FOLLET, escritor

1/06/2008

Desde Zirma. Último adiós a Porfirio Valente, millonario


La última vez que estreché la mano de Porfirio Valente fue en el metro de Londres. Debió ser a principios de 1980, cuando en el Servicio temíamos que la crisis petrolífera y la invasión soviética de Afganistán desencadenaran una nueva Guerra Mundial. En medio de una multitud de rostros cansados, la sonrisa franca de Valente, entre dos soberbias mulatas, me pareció uno de esos espejismos que preceden a la muerte. Son mis nietas, anunció antes de cualquier saludo y con la picardía que en nuestros años jóvenes justificaba la compañía de alguna pupila de las varias casas de lenocinio que su padre mantenía. Como él mismo solía repetir, Valente estudiaba sólo para matar el tiempo. Con no pocas privaciones y demasiada tacañería, don Victoriano y doña Rita habían amasado una considerable fortuna que se multiplicaría tras el Ensanche diseñado por el arquitecto Soteras. Los Valente aceptaron demoler, se dijo que generosamente, los umbríos caserones aledaños al Teatro Imperial que movían la prostitución durante la posguerra. En la nueva calle porticada, Porfirio, tras ahuyentar a una caterva de cuñados y hermanos solterones, regentó los locales que hicieron moderna a la ciudad en los cincuenta. Sé por terceros que gastó sus días como un señor, según las definiciones que el diccionario establece para ese término pero oí también chismes sobre sus galanteos con la mujer de Soteras. Dieron que hablar los descapotables rojos, las noches con champán en la piscina, el eterno idilio con Bertice, la vocalista negra de la Orquesta Paraíso. En Bucarest le perdí el rastro, hasta aquel frío enero londinense. ¡Cuánto te he echado de menos!, dijo al abrazarnos. Unos paisanos con los que ayer coincidí frente al Floridita refirieron su muerte, solo y más rico que nunca, en la 312, su habitación favorita en el viejo Hotel Colón.




"Desde la ciudad de Zirma los viajeros vuelven con los recuerdos bien claros"

foto: cortesía flickr

Principal acusado

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”