En el capítulo anterior...
todos los hombres matan
Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.
2/15/2009
Dedicatoria
1/20/2009
En una línea. Carmiña
Carmen Martín Gaite a Rafael Chirbes. Después de haber leído Mimoun
1/12/2009
Y cien. De Teodicea. Ensayo
9/05/2008
Siempre Papá
La buena vida según Hemingway
A. E. Hotchner
Ed. Belacqua
7/22/2008
Desde Eufamia. Obituario: Mesidor Padial, proyeccionista
Cuando encendieron la luz Mesidor Padial llevaba muerto un buen rato frente a la pantalla en la que Greta encarnaba a la reina Cristina. Dorpadial, como era conocido, aprendió a manejar el proyector mientras cumplía el servicio militar en El Pardo. Por entonces, el Jefe del Estado señalaba en la cartelera un filme para el pase privado del domingo. “Nadie sabe por qué, pero aquella semana puso la cruz en El verdugo y, claro, hubo desbandada… En tres o cuatro días conseguí un oficio. Su Excelencia vio la película a solas, sin hacer ningún comentario, sólo al marcharse me dio las buenas noches con un hilo de voz”. Por su discrección, Padial supo granjearse la confianza de la familia que incluso le permitió buscar títulos. “Todo se torció en 1974 –recordaría tres décadas después-, pequé de imprudente pero… Tenía cinco bocas que alimentar y no daba abasto, que si el cineclub de los jesuitas, que si las sesiones de la Obra Sindical. Por tres míseros duros iba a todas partes tirando de la máquina y las bobinas, hasta que aquel paso en falso me cambió la vida. ¿Quién iba a imaginarse que en una película sobre San Francisco saldría un tío en cueros? Y la Junta de Censura... ¿qué? ¿Y el Ministerio? En cuanto vi que la Señora se levantaba hecha una furia y que intentaba sacar de allí a los nietos menores supe que no había vuelta atrás.” Cuarenta y ocho horas después, a Mesidor lo trasladaron a Fuerteventura. Su mujer se negó a acompañarlo. Antes de volver ella le contó que vivía con un taxista. Las Hermanas Hospitalarias acogieron a Dorpadial hace un año para que organizara ciclos con las viejas bobinas del Regio, el último de nuestros grandes cines. Pasada la novedad, los residentes prefirieron la televisión pero el proyeccionista siguió cumpliendo con su tarea para que el único espectador, el arquitecto Abrisqueta, no le robara el corazón de Greta, la mujer que amó.
"Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla..."
6/02/2008
De José Luis Serrano. Del sueño y la memoria
Y desde hace unos años padezco olvidos imperdonables, sufro por no recordar los nombres de personas apreciadas y lo peor, a veces me cuentan que he hecho o dicho lo que no recuerdo haber hecho ni dicho. Por ejemplo, una antigua alumna me dijo: nunca olvidaré la clase en la que hablaste del caso de la oreja cortada resuelto por Sherlock Holmes. Conozco el caso al que se refería mi antigua alumna, pero juraría que jamás lo había mencionado en una clase. Busqué el programa de mi asignatura del año 1994 y allí estaba: tema 3... La verdad y las formas jurídicas... Conan Doyle. Sentí pánico. Otras veces leo algún relato viejo o alguna columna de hace años y es como si leyera por primera vez un texto que yo he escrito.
Creo que es por esto por lo que estas semanas sueño con la reconstrucción de mi memoria. Es un sueño compensatorio como el del niño que sueña que va subido en el columpio en el que su padre no lo quiso montar. Pero los sueños compensatorios son gratificantes y el mío no lo es. Veo mi memoria entera, recuerdo con detalle todo lo que me ha pasado pero no me veo a mí mismo. En lo astral no tenemos rostro, así que no sé si soy yo el que en mi sueño aparece delante de un monitor gigante por donde pasa mi vida.
En la miliunésima noche, Scherezade le cuenta al rey la historia de las mil y una noches. Por lo tanto, esa noche contiene todas las demás, incluida también ella misma. De la misma manera, lo peor de mi sueño no es saber que la película exacta de mi vida duraría cuarenta y siete años, nueve meses y tres días y que ya no tendría tiempo de verla. Lo peor es que en el relato aparecería el sueño en el que relato mi vida. Ese sueño contendría toda mi historia, incluido el recuerdo del propio sueño. El sueño sería tan real como la vida y si los sueños pueden ser reales es porque nosotros podemos ser ficticios.
La Opinión de Granada
6/01/2008
De Manuel Alcántara. Telegrama a Bécquer
4/23/2008
4/15/2008
No, no y no
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