Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

9/20/2007

Acuse de recibo. La piel arrugada. Hacia una definición del entusiasmo

Al séptimo día tampoco descansó: le dolía la cabeza, el escándalo que llegaba desde el bar de abajo no le había dejado pegar ojo durante toda la noche, la víspera olvidó comprar café y, al abrir el grifo, lamentó haber dejado al portero con la palabra en la boca. En esas circunstancias, no se sintió con fuerzas para buscar alguno de los libros que habían quedado a medio leer o para sentarse ante el ordenador. En calzoncillos, dio varias vueltas por la casa. Al fin, se tumbó en el sofá y concentró la mirada sobre los calcetines anaranjados. Recorrió una a una las bolitas que acusaban el desgaste de la lana hasta que su mente encontró un argumento a tanta contrariedad. Sobre las páginas de una guía telefónica, Enrique Redel escribió, al cabo de un rato, las primeras líneas de La piel arrugada, un análisis de la pérdida del entusiasmo en las sociedades contemporáneas. Lejos de plantearlo como un espejismo, el autor desafía a San Agustín y, al igual que algunos novelistas estadounidenses, sitúa el concepto en el campo de lo cotidiano, como aquellos viejos calcetines que protegían sus pies. Pero discrepa de los pensadores ortodoxos, que asocian ese impulso a la juventud y de quienes lo vinculan a un empeño más o menos imposible. “El engaño emana de la misma etimología del término –escribe-, nadie podrá demostrar que todo entusiasta lleva un dios dentro”. Tras sortear con habilidad la tentación de convertirse en un nuevo gurú de la autoayuda o de la literatura visionaria, Redel sugiere al lector una gimnasia para mantener su entusiasmo: compartir lo que se admira, entregarse sin reservas a todo cuanto parece atractivo. Resistir, en definitiva, al peor de los tedios. Ése que nos hace creer que el fin del mundo ocurrirá en domingo.


Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.
Albert Schweitzer (1875-1965)


La piel arrugada. Diario de un entusiasta
Enrique Redel
Zhen Ediciones

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”