Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

3/31/2007

Mañana, mañana, tomorrow


El dependiente de la tienda de electrodomésticos bromeó con mi peculiar forma de pronunciar “tomorrow”. Yo debía tener seis o siete años y después de mucho insistir, al fin había conseguido que me compraran el single con el que Los Ángeles se habían convertido en un grupo popular. Tiempo después, poco, los vimos bajarse de un taxi, frente a una cafetería muy vanguardista, la primera, creo recordar, que servía rebanadas tostadas de pan de molde en lugar del clásico bollito. Los Ángeles representaban lo moderno en el limitado horizonte de la vida provinciana, como los muebles de realite, el cubalibre, o el 850 Cupé. Este tipo de anécdotas no aparecen, evidentemente, en el libro de Fernando Díaz de la Guardia “Los Ángeles, una leyenda del pop español”, pero tampoco alterarían lo esencial de una crónica, apasionada, de la época en la que España, incluso en esos lugares alejados de Madrid y Barcelona, soñó con ser rabiosamente moderna. Es más, Díaz de la Guardia esboza el argumento de una novela. Cuatro muchachos que, atraídos por los ritmos que llegan de fuera, sueñan con parecerse a los de Liverpool, se rapan el pelo por una apuesta, alcanzan el despacho del productor discográfico de moda, consiguen un repertorio de canciones pegadizas, salen en la tele y hacen una película. Cerca de los treinta, descubrirán que el país, la música y hasta ellos mismos han cambiado. El final, sobre el asfalto, tiene ese mismo tono épico. Un mes después de que Manolo Garrido anunciara por la radio lo ocurrido, se organizó un concierto, entre homenaje y benéfico, en la plaza de toros. Para entonces, yo tenía casi catorce años, habían transcurrido ocho desde la mañana en que me hice con el disco, Franco había muerto, el productor estaba a punto de cerrar su época dorada, el arreglista se suicidaría meses más tarde y las canciones románticas e ingenuas daban paso a un grito de “libertad sin ira” que esperanzaba a los melenudos, ya puretas y treintaañeros, que antes se habían emocionado con las canciones de Los Ángeles. Todo había sucedido muy deprisa.

3/12/2007

Somos felices.Banderas

Somos felices aunque siempre que vienen tienen algo que reprocharnos: que a cuento de qué mantenemos cerrado un piso tan grande en la capital, que al instalarnos en la costa nos hemos desentendido de los nietos, que deberíamos comer menos, andar más, gastar poco. Les molesta, incluso, que ahora viajemos con frecuencia. No, no descolgarán el teléfono para saber si hemos llegado bien. Como si no existiéramos. Y descarto la excusa de que cada cual tiene sus propias preocupaciones. Ahí está el pequeño, que gana un dineral, soltero, joven, guapo... ¿No podría atender más a sus padres? Ayer se presentó sin avisar, con la cara arrugada, nos dio un beso y se tumbó en el sofá. Para romper el hielo, su padre empezó a contar lo cómodo que resultó el viaje en tren, lo bien organizada que estuvo la manifestación pero él zanjó las explicaciones: “Ya... Creí veros en el reportaje que dieron en Telenueve.” Le dije que no, que no pasamos cerca de ningún reportero, que Telenueve y todos los periodistas mintieron, que los del gobierno tendrán que mover ficha porque ahora... Tampoco me dejó terminar. Se levantó y, como uno de esos izquierdistas en sus mítines, apoyó las manos sobre la mesa y agachó un poco la cabeza. “En fin, no tengo mucho tiempo. He venido a anunciaros que me caso... con el hombre que vivo desde hace años. Me gustaría que nos acompañarais aunque respetaré otras decisiones”. “¿Y no estáis bien como hasta ahora?”, quise preguntar pero se fue con la misma arrogancia que llegó. Sobre la mesa quedaron los recortes del periódico, los pasquines, las pegatinas. Estuvimos un buen rato callados. Luego fuimos a pasar la tarde a la sede del partido. Se está preparando en Logroño una manifestación para protestar este sábado por algo gordo. Por supuesto, iremos.




3/10/2007

El vecino de Marguerite


"Piensen cuáles pueden ser las razones básicas para la desesperación. Cada uno tendrá las suyas. Les propongo las mías: la volubilidad del amor, la fragilidad de nuestro cuerpo, la abrumadora mezquindad que domina la vida social, la trágica soledad en la que en el fondo vivimos todos, los reveses de la amistad, la monotonía e insensibilidad que trae aparejada la costumbre de vivir"

Enrique Vila-Matas
"París no se acaba nunca"
Compactos-Ed. Anagrama
2006

3/07/2007

Acuse de recibo. Libros. Oximorón

Durante su trabajo en una diminuta estafeta del Servicio Postal de EEUU, Gordon Life fue reuniendo una irregular colección de cuentos que nunca llegarían a publicarse en vida del autor. Cercado por las estrecheces económicas y las catástrofes sentimentales, Life encontró en esos avatares un precioso material que deleitaría a cualquier literato sediento de argumentos. El apacible funcionario, según la descripción de sus vecinos, lejos de retratar el paisaje del fracaso halló un lugar narrativo al que su hija, la extravagante Dizz Molley, bautizó como "el Blefescu consuetudinario". En efecto, el millar páginas de Oximorón abre al lector las puertas de un mundo movido por simples poleas. Hechos aparentemente tan cotidianos como la porción de queso a punto de ser deglutida por una rata hambrienta, la estilográfica que rasga el papel o el breve paso de la rebanada de pan por el tostador adquieren en la escritura de Life una dimensión épica, de la que se contagiaron Aaron Ganz, Hugh Molley o el costarricense Plácido Garroncho, entre otros. Con los años, esta intensa observación de lo cotidiano agotaría su vista literaria. Según relata Dizz Molley en la espléndida introducción, que con inexplicable cicatería se nos ha ahorrado a los lectores españoles, relevado del contacto con el público, su principal fuente de inspiración, "Gordon Life abandonó Blefescu y huyó a Lilliput". En sus últimos días trabajó con denuedo en la novela Invocación, la epopeya sobre la construcción de una escalera alrededor de la Torre de Babel y de la que Hipálague editará en breve una nueva traducción a cargo de Eva Mariscal. El periodista Drew Northon, que la víspera de la publicación de Oximorón dio con el escritor en un siquiátrico de Washington, Alabama, consiguió salvar el manuscrito de esta obra inconclusa antes de que fuera interceptado por los agentes de McCarthy.




Oximorón
Traducción de Pilar Adón
Edición y notas de Enrique Redel
Complexio Editores
2007

3/06/2007

Ochenta. El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad


"... Si no fuera escritor, hubiera querido ser el hombre que tocaba el piano sin que nadie le viera la cara, sólo para que los enamorados se quisieran más."


Eligio García Márquez se lo escuchó contar una vez a su hermano Gabriel José García Márquez en presencia de José Arcadio Buendía, Úrsula Iguarán, Remedios Moscote, Amaranta, Rebeca, Arcadio, Arcadio José, Santa Sofía de la Piedad, Pietro Crespi, Mauricio Babilonia, Gastón, Melquíades...

3/01/2007

Desde Tamara. Sucesos: Muere Fermin Alcorta, hostelero

La policía no cree que el cocinero Felipe Alcorta, cuyo cadáver apareció anteayer en la cámara frigorífica de su restaurante, fuera asesinado. Se descarta, además, que pudiera tratarse de un suicidio. Numerosos clientes acudieron al tanatorio para despedir al popular hostelero que inauguró su establecimiento a principios de los ochenta, tras cuidar, durante más de una década, a su madre, aquejada de una enfermedad degenerativa."Los años que pasé en París fueron los mejores de mi vida –declaró. Trabajé duro: planché camisas, preparé coronas de difuntos. Un amigo me dio la oportunidad para cantar en una braserie. Allí conocí a ese artista tan famoso, un tal Brel, que fumaba como un carretero. Cierta noche estuvo bebiendo hasta tarde. Antes de marcharse, nos ofreció una canción muy triste que había compuesto para olvidar a la mujer a la que acababa de abandonar. Después no le volví a ver". A principios de los setenta, Alcorta regresó. "Mi padre había muerto y mamá estaba sentenciada por la enfermedad. Renuncié a mi carrera para quedarme a su lado. Cuando falleció, mucho más tarde de lo que ambos esperábamos, no tenía un duro. Un estudiante francés que habíamos hospedado tiempo atrás me convenció de que abriera un restaurante en la antigua cristalería familiar. Durante meses, yo cociné las recetas de mamá y él atendió el comedor. Por fortuna, el negocio ya marchaba solo cuando se largó, de la noche a la mañana y sin la menor explicación".Ni en el local ni en la modesta vivienda que ocupaba el fallecido en la parte superior del edificio se han hallado indicios de violencia pero todo parece indicar que Alcorta quiso desprenderse de algunos efectos personales. Su colección de discos de chansoniers ha aparecido en un contenedor de basura.

"El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella. Otras señales indican lo que está prohibido en un lugar —entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente— y lo que es lícito —dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes—."
Italo Calvino
Las Ciudades invisibles


foto: Phil H. flickr.com

Principal acusado

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”