Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

4/15/2007

Desde Tamara. Rectificación

Como socio y amigo que fui de Felipe Alcorta, creo necesario matizar algunos datos de la información ofrecida en este medio sobre las circunstancias que rodearon su vida y su muerte. En el texto, lo primero se reduce a la anécdota. Lo segundo, al absurdo. Sí, es cierto: Alcorta fue a París y regresó, a la fuerza, para cuidar a su madre. Ni allí ni aquí fue feliz. Pero el trato con Brel excede a la simple coincidencia. Ambos mantuvieron una estrecha colaboración artística y personal hasta la desaparición del artista en octubre de 1978. Alcorta, que presenció sus inolvidables actuaciones en el Olympia de 1961, 64 y 66, no dudó en abandonar el negocio para estar junto al amigo en los momentos más críticos de su enfermedad. Fue precisamente L’Abbé Brel quien, intuyendo el abandono en el que se sumió Felipe a la muerte de doña Obdulia, le envió a Leo Dumas, (la expresión "un estudiante francés", que jamás pronunció el supuesto entrevistado, es tan inexacta como maliciosa: hablamos de un reconocido estudioso de la obra de Gómez de Avellaneda). Alcorta, Dumas, ya hospedado en mi casa, y, modestamente, quien esto suscribe quisimos levantar un templo del buen gusto en Las Marquesas, el nombre del establecimiento –que el redactor de la crónica omite- alude, como se sabe, al lugar donde descansa para siempre Jacques. De no habernos tropezado con cierto personaje estoy seguro de que lo hubiéramos logrado. Le animo a encontrar a esa persona, ausente, ya es raro, en una noticia tan documentada como la de ayer. Será interesante saber qué hizo, dónde estuvo y qué amistades frecuentó Felipe Alcorta en estos últimos años. Solo así averiguaremos quién tiró a la basura los discos, quién se llevó las cartas, las fotos, el dinero. Quién cerró, desde fuera, la cámara frigorífica.
«Los burgueses son como los cerdos, cuanto más viejos se hacen, más estúpidos se vuelven».

Principal acusado

Mi foto
"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”