Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

3/07/2007

Acuse de recibo. Libros. Oximorón

Durante su trabajo en una diminuta estafeta del Servicio Postal de EEUU, Gordon Life fue reuniendo una irregular colección de cuentos que nunca llegarían a publicarse en vida del autor. Cercado por las estrecheces económicas y las catástrofes sentimentales, Life encontró en esos avatares un precioso material que deleitaría a cualquier literato sediento de argumentos. El apacible funcionario, según la descripción de sus vecinos, lejos de retratar el paisaje del fracaso halló un lugar narrativo al que su hija, la extravagante Dizz Molley, bautizó como "el Blefescu consuetudinario". En efecto, el millar páginas de Oximorón abre al lector las puertas de un mundo movido por simples poleas. Hechos aparentemente tan cotidianos como la porción de queso a punto de ser deglutida por una rata hambrienta, la estilográfica que rasga el papel o el breve paso de la rebanada de pan por el tostador adquieren en la escritura de Life una dimensión épica, de la que se contagiaron Aaron Ganz, Hugh Molley o el costarricense Plácido Garroncho, entre otros. Con los años, esta intensa observación de lo cotidiano agotaría su vista literaria. Según relata Dizz Molley en la espléndida introducción, que con inexplicable cicatería se nos ha ahorrado a los lectores españoles, relevado del contacto con el público, su principal fuente de inspiración, "Gordon Life abandonó Blefescu y huyó a Lilliput". En sus últimos días trabajó con denuedo en la novela Invocación, la epopeya sobre la construcción de una escalera alrededor de la Torre de Babel y de la que Hipálague editará en breve una nueva traducción a cargo de Eva Mariscal. El periodista Drew Northon, que la víspera de la publicación de Oximorón dio con el escritor en un siquiátrico de Washington, Alabama, consiguió salvar el manuscrito de esta obra inconclusa antes de que fuera interceptado por los agentes de McCarthy.




Oximorón
Traducción de Pilar Adón
Edición y notas de Enrique Redel
Complexio Editores
2007

1 comentario:

Miguel Ángel Muñoz dijo...

¡Qué bonito jugar en serio!

Principal acusado

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”