Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

7/23/2006

Desde Tamara. Última hora: muere Saturio Abrisqueta, pintor realista


Las Hermanas Hospitalarias de Santa Gertrudis La Magna anunciaron ayer la muerte del artista Saturio Abrisqueta, al que habían dado acogida hacía meses. De formación autodidacta, Abrisqueta perteneció al grupo de jóvenes intelectuales del que se rodeó el industrial Serafín Pagola en “La Quinta Alegre”. El pintor, compañero de habitación del músico Micael Lalinde, diseñó los decorados para la versión de “El cantar de los cantares” que desató la ira del obispado y la aristocracia. Tras el encarcelamiento de su mecenas, Abrisqueta y Lalinde conocieron, en la travesía por el Atlántico, a un curioso personaje, taciturno y austero, que los presentó en los círculos más elitistas de Nueva York. De vuelta a España, acabada la guerra y rota para siempre la amistad con Lalinde, Abrisqueta aseguraría en cafés y salones que aquél individuo, un tal Hopper, se había apropiado de la toda la obra que le confió en depósito. Una carpeta cargada de extraños bocetos, tal vez simples fotografías retocadas, respaldaba la insistente denuncia. Pese al aliento de algunos abogados, antiguos pupilos de Pagola, ni las autoridades ni los tribunales le creyeron. Quizás por desesperación o por los desvaríos que causan el alcohol y las estrecheces, el artista intentó agredir durante su última aparición pública a los asistentes a la inauguración de la Feria del Libro. “No mancillaréis mi genio”, gritó, rojo de ira, antes de emprenderla a bastonazos contra el cartel anunciador de la muestra, una especie de fotograma en el que la gente leía y tomaba el sol. La superiora de Santa Gertrudis aseguró que, lejos de abandonarse, el anciano había trabajado hasta la víspera de su muerte. Al parecer, consumió sus últimas fuerzas en levantar una monumental visión del paraíso, luminosa, urbana, realista y moderna, que engrosará la valiosa colección legada por Abrisqueta a la comunidad religiosa.


"La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes."
Italo Calvino
Las ciudades invisibles

1 comentario:

Rosa Ribas dijo...

Colección que las monjas guardan bien oculta en una cámara, no vaya a ser que esa visión del paraíso, luminosa, urbana, realista y moderna arratre a las almas cándidas a cuestionar la imagen de un paraíso quizás no menos luminoso, pero construido a base de nubes polvorientas, ángeles arcaicos y santos antiguos.

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”