Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

4/02/2008

¿Cuándo llega Haas?


No volveré a contar nada sobre los libros que leo. Otros se encargan de esa tarea con mejor empeño y más fortuna. Me he propuesto alejarme de cualquier mesa de novedades, silenciar la última obra de cierto autor que admiré, la tarjeta de presentación de toda joven (promesa). Lo miremos como lo miremos, todo está escrito, la sorpresa no existe, es una ilusión falsa. Desde la primera página a la última, cada grito, atardecer, lugar, individuo se parece demasiado a otros que surgieron en parajes, situaciones, ambientes distintos. Me aburren los viajes a épocas remotas, los escribanos metidos a detectives, los reyes que salen ilesos de mil conspiraciones, los secretos recién descubiertos, el Vaticano, los templarios, las pistolas, los venenos, la crueldad que envidia el cine, la fantasía de bolsillo, los sonetos con música y el verso libre deconstruído. ¡Que inventen ellos! Mi reino es de otro mundo, no sé exactamente de cuál pero, si existiera, quizás debiera parecerse a aquel de donde llega la sosegada voz de un poeta que no conocía. Se llama Carl Norac y es el autor de un libro titulado Elogio de la paciencia, que con tanta ilusión como esfuerzo ha puesto en la calle E.d.a., una pequeña editorial de Benalmádena. Si mi propósito de silencio no fuera tan sólido,  habría copiado aquí algunos pasajes, entre comillas y en cursiva, fuera de contexto, como sólo citan los que saben hacerlo. …Son tus días malgastados que golpean el asfalto, tus días dejados sin descendencia. Esas horas es necesario que a su vez te aventajen en rebaños y que en tres pasos de carga te dejen en el sitio para compartir un alba con un desconocido. Si la voz de Norac es de ésas que te persiguen todo el día,  las de los personajes de El clima desde hace quince años, la novela de Wolf Haas, tienen un timbre que, rarezas de sordo, me han recordado algunas con las que también supieron entusiasmarme la tita Duras o Tennesse. Conmigo no cabe nunca la sorpresa, aunque, de vuelta de todo y sin confianza en nada, de pronto se obre el milagro y, con la complicidad traidora de Rosa Ribas, Haas, renglón va y renglón viene, juegue con la estructura y los saltos en el tiempo para que uno crea que han regresado los veranos de estanque y goma negra de neumático. Por una historia como ésa merecería la pena viajar, de norte a sur, de un sitio a otro, del ángulo externo del ojo al pómulo. Que se mueran los feos. Ni la peor de las torturas me arrancará un gesto sobre los títulos del mejor catálogo de novedades. Pero una sóla palabra nueva de Norac o Haas bastarían para sanarme.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si usted hubiera querido dar referencias de escritores, ¿que me hubiera encontrado?
Muy interesante, me ha gustado y creo que pasaré alguna vez por aquí.
Saludos

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Me los anoto, puede que en esta feria del libro pasen a mi pequeñita biblioteca algunos de ellos.
Saludos

Anónimo dijo...

Jooooo.... ¡me alegra ver nuevas entradas!, poco tiempo tengo, pero veo que usted aún menos que yo.
Interesante texto, me lo aplico y le voy a sacar bastante partido.
Un saludo
Federico, el ciber...

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”