Detesto y rechazo las confesiones en la vida real, pero disfruto cuando se las escribo a mis personajes, y sobre todo cuando dirijo a los actores en ese tipo de escenas. En todas mis películas hay un momento límite en que uno de los personajes principales, o los dos, mantienen un monólogo confesional.
En el capítulo anterior...
Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.
3/26/2008
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2 comentarios:
Las detecta pero las utiliza. Muy observador, normal de una cabeza como la suya.
Me alegra pasar por aquí y leer algo nuevo.
Mañana me paso y sigo.
Marisiña
Ufff, Almodovar y sus cosas, Por eso es quién es.
Saludos.
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