Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

11/28/2006

Está escrito

Quizás hace años le habría bastado un elogio a los macarrones, un poco de lectura tras el almuerzo, cualquier ironía sobre mi edad, para distraerme. Con bastante facilidad, yo mordería el anzuelo sin advertir su insistencia en consultar el reloj, en aparentar que duerme la siesta, en desear sigilosamente que el tiempo pase, que den las cinco, para colgar el traje y buscar unos vaqueros, una camisa, el jersey verde que le regalé en Reyes. "¿A quién se le habrá ocurrido organizar un curso a esta hora? Puede que vuelva tarde, ya sabes cómo son estas cosas..." Conozco bien el lugar donde el infeliz cree que lo esperan. Ha prometido llegar por detrás, poner su mano en la cintura del otro, pero le faltará valor. Se contentará con observarlo mientras reproduce, palabra por palabra, las frases que escriben cada noche, cuando mi marido se queda desvelado hasta las tantas y se apodera de mi nombre, mis fotos, mi ropa, mi perfume. A esa hora, el otro, sin embargo, estará en otra parte, contemplando las postales, seguro de que en breve unas manos, las mías, le taparán los ojos y una voz, la mía, susurrará su nombre. Me reconocerá, se dejará arrastrar al taxi, a una destartalada pensión en la que, hacia medianoche, al huir, la impostura me hará sentir culpable, ridícula. Quizás hace años habría sido más fácil encontrar una excusa: qué tarde hemos salido del cine, ya sabes cómo son mis amigas, no esperaba que terminaras tan pronto. Esta vez no. Sólo cruzamos una sonrisa, un gesto, antes de dejarme caer en el sillón, el mío, el más cercano a ese teléfono desde el que mañana una voz acariciará mis pezones, besará mi cuello, acariciará mi cuerpo hasta completar, palabra por palabra, el guión que otro escribió de madrugada.


Foto: mlook's/www.flickr.com

1 comentario:

Todo a Cien dijo...

y esa voz que te acaricia por el teléfono penetrará en tus sueños cada noche y a la mañana siguiente seguirás ruborizada al mirar a tu anteriormente admirado. y él , pasivo ante la ingnorancia, te dedicará una leve sonrisa de incomprensión. una sonrisa que ya no es carcajada. una carcajada que ha dejado convertir ese sueño en lágrimas. y desearás que llegue la noche para soñar...y llegará el día que no puedas dormir. y ese dia acabará con los sueños y descubrirás que, aún soñando, es imposible alejarse de la realidad. te invito a mi blog.

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”