Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

11/02/2006

Desde Tamara. In memóriam. Germinal Humarán, promotor y ensayista.


por Carlos Vasallo

Ya en el Seminario Menor, Humarán sabía desconcertarnos con sus regateos. El fervoroso monaguillo en los cultos mayo y noviembre, se transformó, de la noche a la mañana, en un militar capaz de granjearse el afecto de la tropa sin renunciar a la disciplina. En una de aquellas fiestas de gala en Capitanía, el anuncio de su vuelta a la vida civil, cuando acariciaba un ascenso en la cadena de mando, y el compromiso con una maestra de origen humilde nos dejó perplejos. No tuvimos mucho tiempo para sobreponernos: enseguida Humarán demostró tener un envidiable olfato empresarial al promover la industria conservera que salvó nuestra huerta de las garras de los especuladores. Parte del dinero obtenido lo gastaría en la puesta en servicio de una red de transporte que repartiría en bicicleta los productos más diversos: habían nacido tele-leche, tele-sal, tele-patata... La pésimas condiciones viarias de La Ciudad y la persecución de la que fue víctima por la Autoridad, presionada por oscuros intereses, arruinaron el proyecto. Hundido en la miseria, subastado el lujoso chalet y abandonado por la maestra, Humarán puso otro as sobre el tapete: desde su reclusión obtuvo dos licenciaturas y escribió "Sin porvenir", la obra que tras la dictadura sustentó el pensamiento político. Durante el banquete que le ofrecimos después de que se le otorgara la Medalla al Valor Cívico, saltó de nuevo la liebre. José Jorge Humarán estaba a punto de recuperar su verdadero nombre. No aquel por el que todos le conocimos y alguno lo odió, sino el que su padre quiso imponerle y que algún funcionario tachó por improcedente. Los policías que le auxiliaron tras ser atropellado a la salida del registro civil encontraron en su chaqueta el documento que certificaba su identidad: Germinal Humarán Lizundía. Descanse en paz.


La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.
Italo Calvino
Las Ciudades
foto: cortesía flickr

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”