
En el capítulo anterior...
Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.
11/29/2006
El camino, los ingleses. Nosotros también espera(ba)mos la lluvia en el verano.

11/28/2006
Está escrito

Foto: mlook's/www.flickr.com
Confirmado: la belleza existe
11/23/2006
11/22/2006
11/14/2006
Las ciudades
Te quise amar y tu amor
no era fuego no era lumbre
las distancias apartan las ciudades
las ciudades destruyen las costumbres.
Te dije adiós y pediste que nunca
que nunca te olvidara
te dije adios y senti de tu amor
otra vez la puerta extraña.
Y mi alma completa
se me cubrió de hielo
y mi cuerpo entero
se llenó de frío
y estuve apunto de cambiar tu mundo
de cambiar tu mundo por el mundo mío.
José Alfredo Jiménez
no era fuego no era lumbre
las distancias apartan las ciudades
las ciudades destruyen las costumbres.
Te dije adiós y pediste que nunca
que nunca te olvidara
te dije adios y senti de tu amor
otra vez la puerta extraña.
Y mi alma completa
se me cubrió de hielo
y mi cuerpo entero
se llenó de frío
y estuve apunto de cambiar tu mundo
de cambiar tu mundo por el mundo mío.
José Alfredo Jiménez
11/13/2006
Yo fui la amante del Che

La encontré sentada en el salón, cerca de la maleta.
Tantas horas de avión –dijo- me han dejado molida. ¿Sabes? Fidel es fascinante. Me localizó en Aman, en el salón de un peluquero libanés. Apenas si pude hacer el equipaje. Fidel envió al aeropuerto un coche americano. Al principio, dejé que hablara él. Con voz melosa fue abriendo su corazón pero, el muy ladino, evitaba referirse a Ernesto. Un mulato llegó con dos daiquiris. Es curioso: Ernesto nunca mencionó que al Comandante le gustaran ese tipo de bebida. Sólo Nasser elogió una vez los mojitos que Castro había preparado en la cumbre de Belgrado. Nos quedamos callados, sin mirarnos siquiera, como chiquillos.
Intentó desprenderse de uno de sus pendientes y continuó: De pronto, Fidel canturreó un bolero. He olvidado la letra pero era preciosa. Cuando acabó, quise hablarle de Ernesto. Debí hacerlo entonces porque después, sin soltarme la mano, él siguió recitando unos versos que... ¿Por dónde iba? Ah, sí. Y al volver de la ópera, Fidel me pidió que nos casáramos esa misma noche, en Venecia. Le respondí que amaba a Ernesto con toda mi alma. Él no se inmutó, sorbió un poco de te y entonó un aria de Puccini. Uf, no he pegado un ojo en toda la noche.
Le ayudé a quitarse el otro zarzillo. Lo depositó con cuidado sobre la mesa y apartó mi mano.
Quiero dormir... –insistió.
Mamá, van a venir a recogerte...
Se enfureció.
¿Por qué todo el mundo me lleva la contraria? ¡Ordené que cancelaran todos los compromisos! Ernesto vuelve hoy de Persia.
Los dos jóvenes que se hicieron cargo de ella no consiguieron calmarla. Antes de que subieran la camilla a la ambulancia, le aparté el pelo del rostro.
¡Esto es un abuso! –gritó. Ernesto vendrá enseguida a liberarme. ¡Yo fui la amante del Che!
Tantas horas de avión –dijo- me han dejado molida. ¿Sabes? Fidel es fascinante. Me localizó en Aman, en el salón de un peluquero libanés. Apenas si pude hacer el equipaje. Fidel envió al aeropuerto un coche americano. Al principio, dejé que hablara él. Con voz melosa fue abriendo su corazón pero, el muy ladino, evitaba referirse a Ernesto. Un mulato llegó con dos daiquiris. Es curioso: Ernesto nunca mencionó que al Comandante le gustaran ese tipo de bebida. Sólo Nasser elogió una vez los mojitos que Castro había preparado en la cumbre de Belgrado. Nos quedamos callados, sin mirarnos siquiera, como chiquillos.
Intentó desprenderse de uno de sus pendientes y continuó: De pronto, Fidel canturreó un bolero. He olvidado la letra pero era preciosa. Cuando acabó, quise hablarle de Ernesto. Debí hacerlo entonces porque después, sin soltarme la mano, él siguió recitando unos versos que... ¿Por dónde iba? Ah, sí. Y al volver de la ópera, Fidel me pidió que nos casáramos esa misma noche, en Venecia. Le respondí que amaba a Ernesto con toda mi alma. Él no se inmutó, sorbió un poco de te y entonó un aria de Puccini. Uf, no he pegado un ojo en toda la noche.
Le ayudé a quitarse el otro zarzillo. Lo depositó con cuidado sobre la mesa y apartó mi mano.
Quiero dormir... –insistió.
Mamá, van a venir a recogerte...
Se enfureció.
¿Por qué todo el mundo me lleva la contraria? ¡Ordené que cancelaran todos los compromisos! Ernesto vuelve hoy de Persia.
Los dos jóvenes que se hicieron cargo de ella no consiguieron calmarla. Antes de que subieran la camilla a la ambulancia, le aparté el pelo del rostro.
¡Esto es un abuso! –gritó. Ernesto vendrá enseguida a liberarme. ¡Yo fui la amante del Che!
11/12/2006
Miguel Ángel (Muñoz)
"...De los once, posiblemente el mejor sea el más extenso, 'Antón Chéjov, médico', que es una cadena de homenajes, al maestro ruso, desde luego; pero también, en esas "rosas y amarillas blancas recién cogidas", por su hermana María, hay un guiño a uno de los mejores relatos que recuerdo de Carver, 'Tres rosas amarillas' (que da título a uno de sus libros), y que evoca la muerte del escritor. A mí me gusta mucho también 'Unidos', que es un bocado de realidad con una pareja duchándose y que tiene algo (y mucho) de Carver, y también 'Zona de peaje', con una resolución previsible y una ambigüedad última que le da un volantazo y lo salva. 'El rapto de Woody Allen' tiene un golpe de amor fou, salvaje y gastronómico, que le hace simpático, aunque suene a algo ya visto (hasta en el cine). 'Soy dueño de la lluvia', en cambio, parte de una idea acaso contaminada por el "realismo sucio" de los Carver y otros y acaba siendo resuelta la historia con fuerza y personalidad propias..."
Javier Goñi
Babelia-El País
11/11/06
Javier Goñi
Babelia-El País
11/11/06
11/10/2006
¿Por qué a mi?
¿Por qué? ¿Por qué a mi? ¿Para qué? ¿Con qué intención? ¿Qué debo cambiar? ¿Qué he de aprender? ¿Qué conclusión necesitaré extraer? ¿Dónde me perdí? ¿A quién tendría que enviarlo? ¿En qué basurero lo arrojaré? ¿Sobre qué altar le buscaré acomodo? ¿Qué dirán mis enemigos? ¿Se tratará de una de esas cadenas que inició el Padre Noséquién en Colombia para buscar la ruina a cualquier abandonao?
¿Cómo salir del atolladero?
Miguel Pérez me envió este texto y no paro de hacerme preguntas...
Cómo ser un gran escritor
¿Cómo salir del atolladero?
Miguel Pérez me envió este texto y no paro de hacerme preguntas...
Cómo ser un gran escritor
"Tienes que follarte a muchas mujeres bellas mujeres y escribir unos pocos poemas de amor decentes y no te preocupes por la edad y/o los nuevos talentos.
sólo toma más cerveza más y más cerveza. Ve al hipódromo por lo menos una vez a la semana y gana si es posible. aprender a ganar es difícil, cualquier idiota puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms, tu Bach y tu cerveza. no te exijas.
duerme hasta el mediodía. evita las tarjetas de crédito o pagar cualquier cosa en término.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo en este mundo que valga más de 50 dólares (en 1977).
y si tienes capacidad de amar ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de la total derrota ya sea por buenas o malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente una mala cosa.
quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las araña sé paciente, el tiempo es la cruz de todos.
más el exilio la derrota la traición toda esa basura.
quédate con la cerveza la cerveza es continua sangre.
una amante continua.
agarra una buena máquina de escribir y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien: Hemingway, Celine, Dostoievsky, Hamsun.
si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas como te está pasando
a ti ahora, sin mujeres sin comida sin esperanza...
entonces no estás listo toma más cerveza. hay tiempo. y si no hay está bien igual.
De un tal Bukowski, según parece
11/03/2006
Recetario. Ropa vieja (sobre un fondo de aniversario)

pour Mme. Sylvie
Garbanzos, pollo y ternera, escurridos y sobrantes de un cocido
250 gramos de coliflor congelada
2 huevos
1 cebolla
2 cucharadas de aceite de oliva
2 cucharadas pequeñas de vino blanco
Sal, albahaca.
Algunos recuerdos (los mejores)
El almanaque es caprichoso: los días se tachan, se señalan, se ignoran pero no pueden borrarse. Sería inútil. En estas circunstancias consuela saber que fuisteis felices; decir que habríais llegado a viejos juntos, discutiendo por cualquier tontería, pendientes uno del otro para rabiar con el primer contratiempo, empujando el carrito del supermercado y preguntando por qué los hijos (de él) no llamaron hoy. Por eso has fingido dolor (en la pierna), avería en el teléfono, una ausencia por motivos laborales para ausentarte del mundo. No vendrá, has repetido toda la mañana. Se murió, no es una de sus bromas. Tú, en cambio, no y, para hacer algo, a mediodía, tiras las cebollas que se pudrieron en el verdulero. Despojas de la cáscara a la que se salvó. Con dos cucharadas de aceite, la trituras en la Thermomix a velocidad 3 durante 10 minutos y 90 grados de temperatura. Después, colocas la mariposa y agregas la coliflor, sin alterar la velocidad y la temperatura, durante el mismo rato. Es el momento de abrir una botella de vino, ¿tinto?, y servirte una copa. No, aquél no es el sitio más adecuado para el almanaque. Añades los restos del cocido a la cebolla y la coliflor, salpimentas, incorporas el vino blanco y dejas que la máquina actúe durante cinco minutos a velocidad 2. Vas al comedor. En la televisión no hay nada interesante. ¿Cómo era aquella canción...? Sí, ésa... ¿Te acuerdas? La tarareas mientras extiendes el mantel, pones dos copas, dos cubiertos, los platos bonitos. Contra el filo de la encimera, rompes los huevos con suavidad; caen como dos burbujas en la jarra de la Thermomix, que vuelve a moverse dos ó tres minutos a 80 grados. Ya está. Y cuando laves los platos y recojas la cocina, no olvides tirar a la basura el almanaque.
Et nous aurons pour nous l'éternité
Dans le bleu de toute l'immensité
Dans le ciel plus de problèmes
Mon amour crois-tu qu'on s'aime
Dieu reunit ceux qui s'aiment!
Photo: Gusguimaraes/www.Flickr.com
11/02/2006
Desde Tamara. In memóriam. Germinal Humarán, promotor y ensayista.

por Carlos Vasallo
Ya en el Seminario Menor, Humarán sabía desconcertarnos con sus regateos. El fervoroso monaguillo en los cultos mayo y noviembre, se transformó, de la noche a la mañana, en un militar capaz de granjearse el afecto de la tropa sin renunciar a la disciplina. En una de aquellas fiestas de gala en Capitanía, el anuncio de su vuelta a la vida civil, cuando acariciaba un ascenso en la cadena de mando, y el compromiso con una maestra de origen humilde nos dejó perplejos. No tuvimos mucho tiempo para sobreponernos: enseguida Humarán demostró tener un envidiable olfato empresarial al promover la industria conservera que salvó nuestra huerta de las garras de los especuladores. Parte del dinero obtenido lo gastaría en la puesta en servicio de una red de transporte que repartiría en bicicleta los productos más diversos: habían nacido tele-leche, tele-sal, tele-patata... La pésimas condiciones viarias de La Ciudad y la persecución de la que fue víctima por la Autoridad, presionada por oscuros intereses, arruinaron el proyecto. Hundido en la miseria, subastado el lujoso chalet y abandonado por la maestra, Humarán puso otro as sobre el tapete: desde su reclusión obtuvo dos licenciaturas y escribió "Sin porvenir", la obra que tras la dictadura sustentó el pensamiento político. Durante el banquete que le ofrecimos después de que se le otorgara la Medalla al Valor Cívico, saltó de nuevo la liebre. José Jorge Humarán estaba a punto de recuperar su verdadero nombre. No aquel por el que todos le conocimos y alguno lo odió, sino el que su padre quiso imponerle y que algún funcionario tachó por improcedente. Los policías que le auxiliaron tras ser atropellado a la salida del registro civil encontraron en su chaqueta el documento que certificaba su identidad: Germinal Humarán Lizundía. Descanse en paz.
La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.
Italo Calvino
Las Ciudades
Ya en el Seminario Menor, Humarán sabía desconcertarnos con sus regateos. El fervoroso monaguillo en los cultos mayo y noviembre, se transformó, de la noche a la mañana, en un militar capaz de granjearse el afecto de la tropa sin renunciar a la disciplina. En una de aquellas fiestas de gala en Capitanía, el anuncio de su vuelta a la vida civil, cuando acariciaba un ascenso en la cadena de mando, y el compromiso con una maestra de origen humilde nos dejó perplejos. No tuvimos mucho tiempo para sobreponernos: enseguida Humarán demostró tener un envidiable olfato empresarial al promover la industria conservera que salvó nuestra huerta de las garras de los especuladores. Parte del dinero obtenido lo gastaría en la puesta en servicio de una red de transporte que repartiría en bicicleta los productos más diversos: habían nacido tele-leche, tele-sal, tele-patata... La pésimas condiciones viarias de La Ciudad y la persecución de la que fue víctima por la Autoridad, presionada por oscuros intereses, arruinaron el proyecto. Hundido en la miseria, subastado el lujoso chalet y abandonado por la maestra, Humarán puso otro as sobre el tapete: desde su reclusión obtuvo dos licenciaturas y escribió "Sin porvenir", la obra que tras la dictadura sustentó el pensamiento político. Durante el banquete que le ofrecimos después de que se le otorgara la Medalla al Valor Cívico, saltó de nuevo la liebre. José Jorge Humarán estaba a punto de recuperar su verdadero nombre. No aquel por el que todos le conocimos y alguno lo odió, sino el que su padre quiso imponerle y que algún funcionario tachó por improcedente. Los policías que le auxiliaron tras ser atropellado a la salida del registro civil encontraron en su chaqueta el documento que certificaba su identidad: Germinal Humarán Lizundía. Descanse en paz.
La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.
Italo Calvino
Las Ciudades
foto: cortesía flickr
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Nuestros años mejores (se quedaron en nada)
11/01/2006
Uno de noviembre
Tennessee (Williams)

"... Deje que le cuente el argumento. A lo mejor lo ha leído y puede decirme el título. Es sobre un chico y una chica que habían sido compañeros constantes desde la infancia. Querían estar juntos siempre. Pero el chico era judío y la chica era gentil. Y el padre del chico se oponía tajantemente a que su hijo se casara con alguien que no fuera de su propia raza. Mandó al chico a la universidad. Pero al poco tiempo, el padre murió y el chico volvió y se casó con la chica. Vivían juntos en unas habitaciones encima de una pequeña librería que el padre le había dejado al chico. Habrían seguido juntos perfectamente felices a no ser por una cosa: la librería proporcionaba poco más de lo escaso para vivir, y la chica era ambiciosa. Ella adoraba al chico, pero su descontento aumentó y continuamente metía prisa a su marido para que se dedicara a algún negocio más rentable. Pero el chico era muy diferente a la chica. La quería tanto que haría lo que fuese por ella, pero era incapaz, por lo que fuera, a renunciar la librería que había pertenecido a sus padres."
Algo de Tolstoi
Abril 1936
De La noche de la iguana y otros relatos
Ed. Debolsillo
2006
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- "Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”