Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

2/24/2007

Esperando a los bárbaros


Lo proclaman sus estandartes en los caminos: más pronto que tarde un manto verde acabará con la cosecha, el mar se esconderá tras las ventanas, callarán los grillos en verano y las moscas serán mariposas inertes en el termostato del aire acondicionado. Adiós ríos, adiós montes, extraviadas para siempre las oscuras golondrinas en tu balcón acristalado sin nidos que colgar. Se acercan. Los cascos de sus caballos rompen el silencio del valle. Inmejorables vistas, financiación a su medida, rentabilidad asegurada. Vendrá el progreso y nos hará más pobres.



Foto: Zahara, Cádiz
Sábado, 24 de febrero 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Miguel,
veo que has estado rondando mis playas favoritas, ¡qué envidia de mar, dorada arena, horizonte-gaviota! Ojalá no se cumplan tus siniestros augurios (aún quedan paraísos, de nosotros depende...)
Besos y palabras

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”