Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

12/18/2006

Desde Diomira. Tráfico lento


La muchacha rubia sacó un paquete de tabaco del anorak. Retiró el precinto con torpeza, sin dejar de tiritar. El temblor se trasladó al cigarro, a la cajetilla que acercó a los otros conductores. Desde lejos seguían el ir y venir de los bomberos. Alguien masculló una queja. Durante un instante cruzaron las miradas. Hubo quien consideró de mal gusto el comentario pero el hombre llevaba razón: todos tenían prisa. Él consultó la hora y confirmó que no llegaría antes de las tres, demasiado tarde. Qué lástima de familia... –se lamentó la rubia. En plena recta –observó uno– no tiene explicación... El chófer dio una cabezada y al espabilarse pegó el volantazo –concluyó el más joven. Ay, en estas fechas –insistió la mujer. En la pensión, él había buscado toda la noche argumentos para explicar que no quedaba dinero, ni servirían las tarjetas, que habría que resignarse a cenar cualquier cosa. Pretendía llegar al banco un minuto antes de que cerraran, suplicar, llorar. ¿Quién sería capaz de negar un poco de consuelo en Nochebuena? De pronto, apareció la furgoneta atravesada en la autovía y... El as se le quedó en la manga. La grúa izó el esqueleto metálico, que se balanceó como un ajusticiado. Bueno, ya está –suspiró la del anorak. Los testigos emprendieron el regreso a sus vehículos. Sí, sería un buen pretexto: cortaron la carretera, estoy atrapado... Bajó la vista. Sólo tenía que disimular otra vez. Anduvo unos metros. Cogió una caja, dos, incluso podría acarrear tres. Y un poco más allá dio con la cartera, negra, alargada, de cobrador. Descorrió la cremallera. Entre las facturas sobresalían los billetes, marrones la mayoría, morados algunos. Sin correr, con mucha naturalidad, salió al campo. Encontró refugio en una pequeña hondonada. Se sentó a esperar. La tierra estaba húmeda. Respiró hondo.


Todas estas bellezas el viajero ya las conoce por haberlas visto también en otras ciudades.
Italo Calvino

No hay comentarios:

Principal acusado

Mi foto
"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”