Todo lo que se ha roto, lo que con su consistencia forja en la rutina el hábito de vivir y convivir, ese bien de lo que somos y de lo que hacemos en la normalidad de cada día, y que fortalece el propio ritmo de la realidad, como si la vida adensara la existencia en la compaginación de nuestros destinos y, entre todos, la hiciéramos más solida, convertida en pedazos de pronto, con el golpe imprevisto de la destrucción que parece más fácil que esa consistencia, como si se demostrara la fragilidad de nuestros bienes, el desamparo de nuestras convicciones y coincidencias, el discurrir de lo que la convivencia edifica en el destino de la propia ciudad que habitamos y de la realidad que nos pertenece...
Luis Mateo Díez
La piedra en el corazón
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