Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

5/29/2007

La niebla herida

Lo peor que puede ocurrirle a un lector –un conductor, a fin de cuentas, extraviado en la autopista de una historia– es que, en mitad de la espesa niebla, se haga de noche y deba detener el viaje. Joaquín M. Barrero me contó que, aunque había urdido tramas desde joven, sólo en ese momento en que las obligaciones laborales dan paso a otras experiencias más personales había conseguido el tiempo y la serenidad necesarios para publicar una novela.
Barrero reúne, sin duda, uno de esos perfiles de fotomatón a los que son tan propensos los periodistas. El del escritor tardío que logra que algunos de los mejores libreros de España, primero, una potente editorial, más tarde, y miles de lectores, después, se entusiasmen con un thriller. O para condensarlo en un titular, algo así como "Del anonimato al best seller".
Pero toda referencia periodística es siempre superficial. ¿Qué plumilla destacaría que a Joaquín M. Barrero le gusta emocionar a sus lectores? En La niebla herida, detrás del argumento –en la tierra nadie que se extiende desde la página hasta el corazón de quien sujeta el libro en sus manos– se advierten los colores de otra época, más pobre, más dura, distinta. Para los que nacimos después, la neblina obra el milagro, entonces, de mostrar los olores de la taberna, los secretos del matadero o la sensualidad de Jennifer Jones y Tom Tyler en los cines de programa doble.
Sí, hay muchos, demasiados, libros varados pero en La niebla herida nada se detiene. El lector huye con los muchachos que escapan de un suceso atroz, y a los que el destino dispensará un trato acorde con la dureza del momento, sin que durante la fuga pierda de vista el paisaje más negro que gris de la España del racionamiento.
Siempre asocio la niebla a los viajes que hice de niño en el modesto coche familiar. La niebla era entonces niebla y no el humo blanquecino de hoy. Como cuando salíamos al campo y la espesura gris borraba cualquier referencia. Eso ocurre a veces con los libros. Uno empieza a leer y no sabe cómo seguir ni a donde llegar. En La niebla herida, Joaquín M. Barrero guía con tino al lector.
¿Qué se puede esperar de un novelista que bautiza a su personaje con el nombre de Corazón?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No he leído la novela, ni creo que llegue a hacerlo. Asistí a la presentación en la librería luces y no me gusta que el escritor se ponga a leer fragmentos.

Me gustó el texto de la presentación.

José dijo...

No he leído esta novela, pero sí la anterior y me gustó mucho. El autor sabe escribir, indudablemente. A veces, llevado del amor que se le tiene a una novela (un hijo), quizá se hagan o se digan cosas no muy adeucadas en una presentación, pero no hay que confundir al escritor con su obra. Lo digo por el anterior comentario "anónimo".
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Cuando leí EL TIEMPO ESCONDIDO,me quedé pensando en su argumento, en sus personajes durante un tiempo.Vivo en Asturias,conozco esos lugares que cita,las leyendas,las expresiones,los mitos y me quedé enganchada.Entonces pensé que si tuviera delante al autor,le querría hacer muchas preguntas.

Por eso,cuando vi LA NIEBLA HERIDA,en septiembre no lo dudé y salí con ansia de devorarlo.

Y no me defraudó:la migración,la posguerra,el feroz estraperlo tan bien descrito en el libro,esos niños..les ves, sufres respiras con ellos,sientes su miedo,pasajes de la historia de España,tan bien documentados, que no creo que nadie pueda ponerles un solo pero..

Es la novela que me ha dejado más tocada en mucho tiempo.

"Vi un pasillo en el tiempo,como una herida en la niebla, que muestra el paisaje ocultado.."

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”