
A pocos pasos de la casa natal de Gardel
Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.
1 comentario:
Muy buena la foto, Miguel Angel. Yo también soy de los que creo que Carlitos Gardel cada día canta mejor.
Un saludo.
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