Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

7/22/2008

Desde Eufamia. Obituario: Mesidor Padial, proyeccionista

Cuando encendieron la luz Mesidor Padial llevaba muerto un buen rato frente a la pantalla en la que Greta encarnaba a la reina Cristina.  Dorpadial, como era conocido, aprendió a manejar el proyector mientras cumplía el servicio militar en El Pardo. Por entonces, el Jefe del Estado señalaba en la cartelera un filme para el pase privado del domingo. “Nadie sabe por qué, pero aquella semana puso la cruz en El verdugo y, claro, hubo desbandada…  En tres o cuatro días conseguí un oficio. Su Excelencia vio la película a solas, sin hacer ningún comentario, sólo al marcharse me dio las buenas noches con un hilo de voz”. Por su discrección, Padial supo granjearse la confianza de la familia que incluso le permitió buscar títulos. “Todo se torció en 1974 –recordaría tres décadas después-, pequé de imprudente pero… Tenía cinco bocas que alimentar y no daba abasto, que si el cineclub de los jesuitas, que si las sesiones de la Obra Sindical. Por tres míseros duros  iba a todas partes tirando de la máquina y las bobinas, hasta que aquel paso en falso me cambió la vida. ¿Quién iba a imaginarse que en una película sobre San Francisco saldría un tío en cueros? Y la Junta de Censura... ¿qué? ¿Y el Ministerio? En cuanto vi que la Señora se levantaba hecha una furia y que intentaba sacar de allí a los nietos menores supe que no había vuelta atrás.” Cuarenta y ocho horas después,  a Mesidor lo trasladaron a Fuerteventura. Su mujer se negó a acompañarlo. Antes de volver ella le contó que vivía con un taxista. Las Hermanas Hospitalarias  acogieron a Dorpadial hace un año para que organizara ciclos con las viejas bobinas del Regio, el último de nuestros grandes cines.  Pasada la novedad, los residentes prefirieron la televisión pero el proyeccionista siguió cumpliendo con su tarea para que el único espectador, el arquitecto Abrisqueta, no le robara el corazón de Greta, la mujer que amó.


"Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla..."

1 comentario:

Agua dijo...

he venido a tu blog atraida por el título, la verdad :P, pero me he encontrado algo mucho mejor de lo que esperaba.
Un saludo y hasta muy muy pronto, espero ;)

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”