Y cuando el dinosaurio despertó, Carver bebía, el oro de los tigres deslumbraba a Borges, Millás atendía el teléfono. Macondo entonces fue un sueño, una plegaria de Capote perdida en la lejanía de Bowles. El hombre ya no estaba allí. Solo encontraron un relato. Apenas un destello de vida.

4/12/2008

Acuse de recibo. El té de las cinco. Víctor Strafell y Gustav Martin

Ambos contaron con tristeza el último encuentro, sellado con un correcto apretón de manos y la promesa de reunirse en París en junio de 1940. Victor Strafell lo hizo en sus memorias, Algo parecido a la vida (1950): "Poco antes de llegar a la estación, Gustav Martin se ofreció a llevar mi maleta. Bromeé de nuevo con los muchos años que nos separaban, no sé si sonrió. De pronto, advertí que se había detenido junto a la boca del metro. Profesor, yo me quedo aquí, dijo. No quise mirarle a los ojos..." Como si se tratara de un documental, Tadzio Della Riva reconstruye la amistad entre el científico y el famoso dibujante a partir de un tópico. ¿Qué hubiese pasado si...? En El té de las cinco, Della Riva reúne la correspondencia que mantuvieron el profesor de Matemáticas Discretas y el alumno apasionado por Fibonacci. Sobre ese primer contacto epistolar crecería después una relación docente que culminaba, cada día, a eso de las cinco, ante dos tazas de té. Strafell y Martin charlaban sobre el sistema de numeración y los viajes por Asia del hijo de Bonaccio. En el diálogo se mezclaban también, sin que ellos supieran cómo, algunas circunstancias personales. El matemático confesó luego que en una de esas citas reunió fuerzas para describir los primeros síntomas de la enfermedad que le recluiría en una granja italiana. De los folios que garabateaba mientras conversaban, Rivas creó una década más tarde un personaje tan irreverente como el Doctor Ábaco. A pesar de su concienzuda investigación, Tadzio Della Riva no explica por qué alumno y profesor jamás volvieron a encontrarse. Tras abandonar las matemáticas, Martin se instaló en California, hizo buenas migas con los magnates de Hollywood y, en el ocaso de su carrera, cuando las editoriales dejaron de pujar por sus tiras, buscó acomodo junto a su secretario en Bujía, Argelia. Para entonces, Strafell llevaba muerto veinte años pero la pesada losa del olvido había caído mucho antes sobre su teoría, refutada en los ochenta por Kenn y Marshall. El té de las cinco, sin embargo, no defrauda al lector: en un apéndice, el biógrafo toma aire para contar la última despedida, aquella en la que los personajes consiguen dominar la emoción y se dicen adiós como lo que habían sido: dos simples colaboradores.


El té de las cinco. Víctor Strafell y Gustav Martin
Tadzio Della Riva
Traducción de Silvia Fernández Álvarez
El viento de dulce - Editores
2008

1 comentario:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Vaya, debí leer primero esta entrada, lo tendré en cuenta para otro día.
Saludos

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"Todo misterio resulta al fin una trampa. El rastro de Miguel Fernández, su espejismo, conducen a la nada. Inventarlo fue mi error. Conocerle, mi tragedia.”